domingo, 16 de agosto de 2015

Marrakech

Buenos días queridos fans, no prometo grandes cosas de esta entrada al blog, el primer día de viaje y la noche, que ha sido movida, ha pasado factura y ya estamos todos a base de ibuprofeno y fortasec de previsión.
Pero el día de ayer fue largo y dio para mucho. 

Lo dejamos en la anterior entrada en la terminal directos a la puerta de embarque, arrastrando al pensador para separarlo de sus libros. Poco después de despegar, no tardó en expandir su virus a toda la fila del avión sin ningún remordimiento...

No perdáis detalle a la mujer de pelo canoso de la fila de atrás, porque en unas horas la estarán comprando por una manada de 40 camellos.

El caso es que cuando cruzamos el estrecho, llegamos a Marruecos, es lo que tiene, siempre pasa igual.

Por fin llegamos a Marruecos y tuvimos que hacer la interminable cola para el control de pasaportes. Como hay mucho caradura por el mundo, un grupo de francesitas decidió colarse descaradamente a todos los que pacientemente esperábamos nuestro turno para hablar con el policía marroquí. Con cada nueva maniobra de cuele que iban haciendo las francesitas, a Marta se le iba hinchando una vena en el cuello... hasta que explotó. Sin que ninguno nos diésemos casi ni cuenta salió corriendo de la cola a unos 20 metros en dirección a las francesitas, arrastrando con su mochila las separaciones de las filas y a cuanto se le ponía por delante. Tras una reprimenda en español, aplaudida por todos nuestros amigos de la cola, consiguió echar para atrás a tres de ellas, pero no pudo evitar que otras tres consiguiesen llegar a su destino sin que nadie pudiese hacer nada para evitarlo.
Cambio de divisas, buscar a nuestro chofer que nos llevase hasta el centro y, por fin, después de callejear por unas calles indescifrables, llegamos a nuestro riad.

Después de dejar las cosas y que Salo sirviese el té al que nos invitaron nuestros anfitriones, nos vinieron a recoger para llevarnos a los Jardines Majorelle, en Gueliz.

Gueliz es la parte nueva de Marrakech y es claramente diferente a la Medina, con un caos ordenado pero sin grandes aglomeraciones. Los jardines Majorelle son una especie de oasis verde entre las calles marrones de Marrakech. Jacques Majorelle fue un pintor francés que se expatrió a Marruecos en el período colonial, compró la finca que hoy ocupan los jardines e hizo construir un chalet en la finca. A su muerte, la finca fue totalmente abandonada hasta que años después Yves Saint-Laurent decidió adquirirla y reformarla para la ciudad de Marrakech. No en vano la calle en la que están los jardines llevan hoy su nombre.

Se nos cayó el móvil mientras intentábamos hacer una foto.

Y visitamos el fantástico tributo a Yves Saint-Laurent que se erige en el parque.

Allí nos encontramos a otro grupo de españoles que termina mañana su viaje y una de ellas nos saludó con un "qué ganas de volver a España", no se la veía del todo contenta con su periplo.

Volvimos caminando hacia la Medina, guiados por el minarete de la Koutubia.

Y por fin llegamos a la Koutubia, donde nos sentamos un rato a pensar qué hacer con nuestras próximas horas.

Decidimos dirigirnos a la plaza Djerb el Fnaa que es el centro neurálgico de Marrakech, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es un sitio lleno de vida, especialmente por las noches y, desde ahora, también lleno de anécdotas.

Al poco de entrar en la plaza me entró un ansia, quería un palo de selfie, fuese como fuese. Así que me dispuse a mi misión y, con éxito, conseguí comprar uno fantástico por 70 Dhiram, después de conseguir rebajar el precio en más de la mitad. El regateo es todo una forma de vida en Marruecos, y a nosotros creo que eso nos viene de familia.
Con mi palo de selfie hice una foto, que siempre será su primera.

Entonces nos dispusimos a buscar un sitio para cenar y ver el anochecer desde una terraza. Para cuando quisimos decidirnos, el bonito anochecer era ya cosa casi del pasado. Pero nos decidimos y subimos a un rooftop que no estaba nada mal, con vistas inmejorables a la plaza.

Mientras cenábamos, el montón de mezquitas que se levantan a nuestro rededor comenzaron a llamar al rezo. Es una sensación extraña que no es sencilla de describir. Terminó de hacerse de noche y se encendieron todas las luces de la plaza. Oh! Qué visión!

Bajamos a la plaza después de cenar y aquello es una mezcla de colores, olores, gentes, animales, culturas y tenderetes, en la que pasa absolutamente de todo.

Hay que decir que los de los puestos son auténticos comerciales en todos los idiomas, cazan tu nacionalidad al vuelo y te empiezan a intentar llevar a su terraza con las frases más célebres de tu país, todo de corrido: "Antonio Banderas, Pequeño Nicolás, Isabel Pantoja, Antonio Recio no limpio pescado, Lore Lore Macu Macu"... y claro, te convencen...
Después nos acercamos a ver los grupos que estaban haciendo espectáculos por los laterales de la plaza y nuestro aspecto de occidentales nos delató.

Ocurrió que uno de los artistas callejeros nos marcó como objetivo para los carteristas y, mientras nos distraía, nos pasaba por detrás un tío de blanco rozando con su mano el bolsillo de mi trasero respingón. Yo me di cuenta y el ratero, asustado por mi furia, se fue y se perdió entre la gente. Nuestra sospecha fue confirmada por una mujer marroquí muy maja que creemos que podía ser policía secreta turística. Así que, por si acaso lo era, agradezcamos su importante labor a las fuerzas de seguridad de este país.
Después de que a Javi le apareciese  por la espalda la mano peluda de un mono que lo acariciaba, emprendimos el camino de vuelta a nuestro riad, jugándonos la vida en cada "paso de peatones" que cruzábamos.

En el hotel aprovechamos la fantástica terraza para no hacer nada. Las vistas son brutales.

Nos fuimos a las habitaciones a pasar una larga noche interrumpida por las voces de nuestros compatriotas que estaban en la terraza de botellón a base de té, pero sobre todo por lo que entendemos era una llamada al rezo casera a eso de las 4 de la mañana... Yo me tuve que incorporar en la cama para, cuando me di cuenta de que era realidad y no un sueño, murmurar "no hay derecho a esto" y volverme a acostar.

Nos vamos a que la Medina de Marrakech nos conozca en todo nuestro esplendor. Bien comidos y bien bebidos, vamos allá.

Seguiremos informando.

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