Con música de los coches renovada, Hassan y Mahjoud nos dieron el esperado paseo por las dunas que no habían cumplido el día anterior. Subimos y bajamos por montañas de arena y terrenos pedregosos en dirección a la carretera que nos dirigiese de nuevo a Erfoud.
En Erfoud, en lugar de tomar la dirección a Marrakech por la que habíamos llegado dos días antes, tomamos la otra carretera dirección Meknés, una de las ciudades imperiales de Marruecos, muy cercana a nuestro destino, Fez.
Nuestra primera parada relevante fue en un mirador en Ziz Valley. Marruecos tiene tres gargantas importantes: Todra, Dades y Ziz y de ellas ya sólo nos faltaba esta por conocer. El valle del Ziz es un verde oasis que discurre entre dos paredes de montaña bordeada por la carretera. Las vistas son realmente sorprendentes.
En todo este trayecto, hubo un conflicto lingüístico con el tapón de una botella. Resulta que tapón en árabe significa vagina, por eso, cuando María le dijo a Hassan "Hassan! Que mi tapón ha salido volando al maletero", éste no pudo evitar partirse de risa para la sorpresa de los ocupantes del coche. Es curioso que, más tarde, no quiso explicar a las mujeres lo que había ocurrido porque, según él, decirle eso a ellas sería una falta de respeto.
En Er Rachidia, la otra ciudad junto con Ouarzazate conocida como la puerta del desierto, nuestros coches se separaron porque Hassan necesitaba echar gasolina. Salo al ver que los coches se separaban, y ante la broma de Mahjoud de que desde ese momento cada coche iba a continuar por una carretera diferente, entró en pánico por un rato hasta que, mientras bordeábamos la presa Al Hassan Addakhil, plagada de militares marroquíes, por fin comprendió que sólo había sido una broma de nuestro amigo.
Er Rachidia y la presa son puntos estratégicos por ser una ciudad de tamaño medio y relativamente cercana a la frontera con Argelia. Por eso, el despliegue militar y de edificios militares que se ven por sus alrededores es bastante impactante. Entre semejante despliegue, Alberto consiguió identificar unos vehículos que el gobierno de Marruecos había comprado a una empresa del Polígono del Tambre de Santiago hace un tiempo ¡era como estar en casa!
Los dos coches nos volvimos a encontrar pasado Midelt, la ciudad de las manzanas, cuando Hassan alcanzó a Mahjoud después de que éste último se hubiera parado a ayudar a un hombre en apuros con su coche en la carretera. Resulta que a los musulmanes Alá les da 10 puntos por cada acción buena que hacen por otros, y no es broma.
Ya pasado un rato desde nuestro paso por Midelt, nos pararon en un hotel al borde de la carretera para comer. El hotel era alucinante pero estaba decadente. Nuestro objetivo de parar ahí y no en otro sitio era el de probar la carne de camello que nos habían recomendado. La decadencia hizo que el hotel no tuviese carne de camello y que nos tuviésemos que conformar con bocadillos y tajines.
Después de comer, hicimos una parada en un manantial que por lo visto tiene una de las aguas más puras de Marruecos. Cuando bajamos de los coches, Julián se dirigió hacia mí para contarme que Marta había decidido probar ese agua, entiendo que buscando un poco de cordura para convencerla de que no lo hiciese (el agua de Marruecos es muy peligrosa). Una de las imágenes que me quedarán grabadas de este viaje siempre será la cara de Julián cuando me vió dirigirme también con Hassan hacia la fuente para probar tan rica agua y que los demás se unían también a la aventura. Mientras Julián seguía con las manos llevadas a la cabeza, probamos ese agua tan fresca y rellenamos las botellas. A fecha de hoy seguimos enteros, aunque sí es cierto que los puntos del ranking han aumentado sustancialmente desde entonces.
Seguimos kilómetros y kilómetros y el terreno por fin empezó a ser más verde. Estábamos entrando en el bosque de los cedros y los monos, a las afueras de Azrou. Al bajarnos del coche y adentrarnos un poco en el bosque empezamos a encontrarnos con agradables y hambrientas familias de monos que venían hacia nosotros para que les diésemos a probar las bolsas de patatas fritas que habíamos comprado un tiempo antes en un puesto de carretera. Otros muchos monos pasaron de nosotros pero, a los que nos quisieron hacer caso, los alimentamos con gusto y estudiamos su comportamiento.
Después de hacer la fotos de rigor para parecer muy amantes de los animales en nuestras redes sociales, continuamos por la carretera que llega hasta Ifrane, ya en dirección a Fez, y nos encontramos unas obras que Mahjoud, indignado, nos contó que eran de un nuevo campo de golf.
Ifrane resulta una ciudad sorprendente después de lo que habíamos visto hasta entonces, una ciudad que jamás habría dicho que se encuentra en Marruecos de no ser porque la estaba viendo con mis propios ojos, no en vano es muchas veces conocida como "Ifrane, la Suiza marroquí".
Si por algo es conocida Ifrane en este país es por albergar la mejor universidad y la más cara de Marruecos y por ser la sede de un puñado de empresas importantes del país. A diferencia de cualquiera de las que habíamos visto hasta entonces, ésta era una ciudad ordenada, llena de jardines, fuentes y carreteras bien asfaltadas (al menos lo que a nosotros nos enseñaron).
Por fin comenzaron a aparecer las primeras casas de Fez, pasamos el aeropuerto, Carrefour, McDonalds y un montón de establecimientos que no habíamos visto hasta entonces y por fin nos adentramos en el casco antiguo de Fez, su Medina.
Nos bajamos de los coches y mientras cogíamos las mochilas y nos despedíamos de nuestros grandes amigos Hassan y Mahjoud, un hombre con muy mala pinta se acercó a Julián y rosmó algo en árabe. Después de que Hassan lo espantase con una mirada asesina y le dedicase con seriedad un exabrupto en árabe también, nos dirigimos a nuestro riad, no sin antes recibir de Hassan el último consejo: "andas con mucho cuidado y con todo controlado en Fez".
¿Quién sabe qué será de nosotros en esta nueva ciudad sin Hassan? Esperemos poder con Fez antes de que Fez pueda con nosotros.
Seguiremos informando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario