sábado, 22 de agosto de 2015

Fez, la peligrosa

Recién llegados a Fez, por fin conseguimos alcanzar la seguridad de nuestro riad. Allí el responsable del hotel, Mohamed, nos enseñó las que serían nuestras habitaciones las próximas dos noches y nos dijo que nos esperaba en unos minutos en la terraza para recibirnos con un té de cortesía. 

Una hora y pico más tarde, cuando la noche estaba a punto de caer, decidimos que había llegado el momento de adentrarse en las calles de Fez para buscar algún sitio para cenar. Antes de salir, Mohamed nos advirtió "salid y coged a la izquierda dos veces y hasta la puerta azul, no más. A las 12 estad de vuelta, la Medina por la noche se pone... (e hizo un gesto con las manos nada tranquilizador)". 
Así lo hicimos y salimos a una calle abarrotada de gente que parecía verse atraída por nuestras pintas de turista para venir en bandada a ofrecernos todas las cartas de los restaurantes de la zona. Decir que resultaba agobiante pasear por esas calles es decir muy poco. Tanto es así que nos detuvimos más allá de la puerta azul para literalmente discutir qué hacíamos. En este parón llegó José, un niño que en español nos recomendaba un restaurante de la madre de su amigo. Intentamos decirle que no por todos los medios pero finalmente decidimos subir a una terraza con vistas a la Medina que nos tenía buena pinta, donde José esperó pacientemente a que pidiésemos y le diesen su comisión.

Como Mohamed nos había dicho, a las 12 estábamos puntuales jugando unas cartas mientras tomábamos un té en la terraza del riad. Pero el sueño viene cuando viene y unas rondas después cada uno estaba preparándose para acostarse y adentrarse al día siguiente en la peligrosa Medina de Fez (Javi lo hizo un poco más tarde porque se peleó con su cama antes de meterse en ella)

Y así lo hicimos, a las 10 de la mañana, después de un desayuno con uno de los mejores zumos que hemos tomado hasta ahora en Marruecos, Younes nos estaba esperando para llevarnos a dar una vuelta por la ciudad.
Younes es un guía oficial del Ministerio de Turismo que Mohamed había llamado el día anterior para ir con él a ver la Medina. Y es que no es tan sencillo ver la Medina de Fez por uno mismo, resulta que según nos contó Younes, ni siquiera se sabe a ciencia cierta el número de calles que hay dentro de la Medina de Fez, pero se estima que un número entre 9.000 y 14.000 (investigaré esto de vuelta en España).

Younes no sólo nos paseó por Fez sino que nos explicó un montón de cosas de la política en Marruecos, del Islam, de su cultura...  Lo cierto es que Fez tiene un montón de secretos escondidos dentro de las murallas de su Medina y con Younes fuimos descifrándolos poco a poco y visitando talleres artesanales en los que, por primera vez, no nos sentimos forzados a comprar algo por obligación.

En la Medina de Fez se encuentra la que se considera la universidad más antigua del mundo, por eso se considera a esta ciudad como una de las capitales culturales de Marruecos. Especial ilusión nos hizo la Medersa Bou Inania, que era un colegio mayor de la época, por aquello de Bou, como en Boureberes y tal...
Para hacerse una idea del tamaño de la Medina de Fez, se trata de una Medina dividida en 187 barrios en los que en cada uno de ellos hay una mezquita, un horno público, una fuente, unos baños públicos y una guardería.

Fez dejó de ser la peligrosa en nuestras mentes al final de la mañana para convertirse, a nuestro parecer, en una ciudad mucho más amable y con gente muchísimo más agradable que Marrakech. Incluso llegamos a hablar con gente por las calles que, contra todo pronósticos, ¡sólo nos querían dar la bienvenida a su pais!. 

Después de haber hecho también la obligatoria parada en las curtidurías artesanales de la ciudad, pasamos el resto de la tarde de nuestro último día completo en África la dedicamos a comprarnos algunos recuerdos, algún tatuaje de henna y a preparar las cosas para nuestro regreso a España al día siguiente (por ejemplo ir a un cyber de los que creo que ya no quedan en España a imprimir nuestras tarjetas de embarque).

Esa misma tarde, seguimos el consejo de Younes de estar en la terraza del riad a la hora de la caída del sol con un té preparado, listos para escuchar la llamada al rezo del anochecer en la Medina de Fez. Como ya dije, dentro de la Medina hay 187 barrios, cada uno con su mezquita y cada uno de ellas con su minarete que llama al rezo, además fuera de la Medina se levantan un montón de minaretes más que también hacen lo mismo a la hora correspondiente. 
Cuando el sol cayó, se empezó a oír a lo lejos de la Medina una llamada de una mezquita a la que poco a poco se le iban uniendo más y más mezquitas. Poco a poco la llamada fue pasando de un minarete a otro subiendo por la Medina hasta llegar a nuestra altura, poco a poco el sonido de la llamada se iba acercando a nosotros cada vez más. Es una experiencia muy recomendable.

Cenamos en el hotel y descansamos para al día siguiente despedirnos con alegría de Mohamed, prometiéndole que, Insha'Allah, volveríamos algún día.

Con las tarjetas de embarque y pasaportes en mano, ya solo nos queda pasar por el caos del aeropuerto de Fez para por fin dar este periplo por terminado y emprender finalmente nuestro camino de regreso a España.

Seguiremos informando.

viernes, 21 de agosto de 2015

Agua del grifo marroquí

Para algo más tarde de las 9 de la mañana estábamos listos para emprender un largo camino por carretera hasta Fez que no resultaba nada atractivo. No es que sean una exageración de kilómetros de distancia pero las carreteras marroquíes dificultan mucho llegar después de un viaje tranquilo.

Con música de los coches renovada, Hassan y Mahjoud nos dieron el esperado paseo por las dunas que no habían cumplido el día anterior. Subimos y bajamos por montañas de arena y terrenos pedregosos en dirección a la carretera que nos dirigiese de nuevo a Erfoud.

En Erfoud, en lugar de tomar la dirección a Marrakech por la que habíamos llegado dos días antes, tomamos la otra carretera dirección Meknés, una de las ciudades imperiales de Marruecos, muy cercana a nuestro destino, Fez.

Nuestra primera parada relevante fue en un mirador en Ziz Valley. Marruecos tiene tres gargantas importantes: Todra, Dades y Ziz y de ellas ya sólo nos faltaba esta por conocer. El valle del Ziz es un verde oasis que discurre entre dos paredes de montaña bordeada por la carretera. Las vistas son realmente sorprendentes.

En todo este trayecto, hubo un conflicto lingüístico con el tapón de una botella. Resulta que tapón en árabe significa vagina, por eso, cuando María le dijo a Hassan "Hassan! Que mi tapón ha salido volando al maletero", éste no pudo evitar partirse de risa para la sorpresa de los ocupantes del coche. Es curioso que, más tarde, no quiso explicar a las mujeres lo que había ocurrido porque, según él, decirle eso a ellas sería una falta de respeto.

En Er Rachidia, la otra ciudad junto con Ouarzazate conocida como la puerta del desierto, nuestros coches se separaron porque Hassan necesitaba echar gasolina. Salo al ver que los coches se separaban, y ante la broma de Mahjoud de que desde ese momento cada coche iba a continuar por una carretera diferente, entró en pánico por un rato hasta que, mientras bordeábamos la presa Al Hassan Addakhil, plagada de militares marroquíes, por fin comprendió que sólo había sido una broma de nuestro amigo.

Er Rachidia y la presa son puntos estratégicos por ser una ciudad de tamaño medio y relativamente cercana a la frontera con Argelia. Por eso, el despliegue militar y de edificios militares que se ven por sus alrededores es bastante impactante. Entre semejante despliegue, Alberto consiguió identificar unos vehículos que el gobierno de Marruecos había comprado a una empresa del Polígono del Tambre de Santiago hace un tiempo ¡era como estar en casa!

Los dos coches nos volvimos a encontrar pasado Midelt, la ciudad de las manzanas, cuando Hassan alcanzó a Mahjoud después de que éste último se hubiera parado a ayudar a un hombre en apuros con su coche en la carretera. Resulta que a los musulmanes Alá les da 10 puntos por cada acción buena que hacen por otros, y no es broma.

Ya pasado un rato desde nuestro paso por Midelt, nos pararon en un hotel al borde de la carretera para comer. El hotel era alucinante pero estaba decadente. Nuestro objetivo de parar ahí y no en otro sitio era el de probar la carne de camello que nos habían recomendado. La decadencia hizo que el hotel no tuviese carne de camello y que nos tuviésemos que conformar con bocadillos y tajines.

Después de comer, hicimos una parada en un manantial que por lo visto tiene una de las aguas más puras de Marruecos. Cuando bajamos de los coches, Julián se dirigió hacia mí para contarme que Marta había decidido probar ese agua, entiendo que buscando un poco de cordura para convencerla de que no lo hiciese (el agua de Marruecos es muy peligrosa). Una de las imágenes que me quedarán grabadas de este viaje siempre será la cara de Julián cuando me vió dirigirme también con Hassan hacia la fuente para probar tan rica agua y que los demás se unían también a la aventura. Mientras Julián seguía con las manos llevadas a la cabeza, probamos ese agua tan fresca y rellenamos las botellas. A fecha de hoy seguimos enteros, aunque sí es cierto que los puntos del ranking han aumentado sustancialmente desde entonces.

Seguimos kilómetros y kilómetros y el terreno por fin empezó a ser más verde. Estábamos entrando en el bosque de los cedros y los monos, a las afueras de Azrou. Al bajarnos del coche y adentrarnos un poco en el bosque empezamos a encontrarnos con agradables y hambrientas familias de monos que venían hacia nosotros para que les diésemos a probar las bolsas de patatas fritas que habíamos comprado un tiempo antes en un puesto de carretera. Otros muchos monos pasaron de nosotros pero, a los que nos quisieron hacer caso, los alimentamos con gusto y estudiamos su comportamiento. 

Después de hacer la fotos de rigor para parecer muy amantes de los animales en nuestras redes sociales, continuamos por la carretera que llega hasta Ifrane, ya en dirección a Fez, y nos encontramos unas obras que Mahjoud, indignado, nos contó que eran de un nuevo campo de golf.
Ifrane resulta una ciudad sorprendente después de lo que habíamos visto hasta entonces, una ciudad que jamás habría dicho que se encuentra en Marruecos de no ser porque la estaba viendo con mis propios ojos, no en vano es muchas veces conocida como "Ifrane, la Suiza marroquí".
Si por algo es conocida Ifrane en este país es por albergar la mejor universidad y la más cara de Marruecos y por ser la sede de un puñado de empresas importantes del país. A diferencia de cualquiera de las que habíamos visto hasta entonces, ésta era una ciudad ordenada, llena de jardines, fuentes y carreteras bien asfaltadas (al menos lo que a nosotros nos enseñaron).

Por fin comenzaron a aparecer las primeras casas de Fez, pasamos el aeropuerto, Carrefour, McDonalds y un montón de establecimientos que no habíamos visto hasta entonces y por fin nos adentramos en el casco antiguo de Fez, su Medina.

Nos bajamos de los coches y mientras cogíamos las mochilas y nos despedíamos de nuestros grandes amigos Hassan y Mahjoud, un hombre con muy mala pinta se acercó a Julián y rosmó algo en árabe. Después de que Hassan lo espantase con una mirada asesina y le dedicase con seriedad un exabrupto en árabe también, nos dirigimos a nuestro riad, no sin antes recibir de Hassan el último consejo: "andas con mucho cuidado y con todo controlado en Fez".

¿Quién sabe qué será de nosotros en esta nueva ciudad sin Hassan? Esperemos poder con Fez antes de que Fez pueda con nosotros.

Seguiremos informando.

jueves, 20 de agosto de 2015

Paseo boureber

Cuando regresamos del desierto al hotel y nos asignaron nuestras habitaciones, cada uno decidió invertir los 20 minutos que teníamos antes de que Hassan y Mahjoud nos viniesen a recoger en lo que a cada uno mejor le vino en gana. Mientras Javi, Alberto, Salo y Julián de pegaban una higiénica ducha en las habitaciones, María, Marta y yo decidimos hacer lo propio pero en este caso en la fría piscina al borde de las dunas.

A priori, nuestro itinerario de la mañana no parecía ni de lejos el más atractivo de nuestro trayecto, sin embargo, a lo largo de las horas que siguieron llegó ocurrieron cosas que en un primer momento no hubiéramos esperado.

Por terrenos desérticos y pedregosos estuvimos acompañando un rato largo a nuestros guías en su búsqueda de tabaco en alguna de las pequeñas y desperdigadas casas de arcilla que había en los alrededores. Una vez cumplimos nuestra misión nos llevaron a un alto en el que se ven restos fosilizados en las piedras del suelo, de los tiempos en los que esta tierra era océano.

Mientras Hassan nos enseñaba los diferentes fósiles que se podían distinguir perfectamente en los suelos, cuatro pequeñas siluetas empezaron a correr desde lejos hacia nosotros a través del desierto. Eran las dos parejas de gemelas hijas de los militares que vigilan la frontera por Argelia y que vivían a unos cientos de metros de allí. Cuando las cuatro niñas llegaron a donde estábamos, con sus zapatos rotos y sus muñecas de trapo, Marta sacó unos caramelos que llevaba todavía en el bolso y los repartió entre ellas, que quedaron encantadas con el regalo. Una de las pequeñas se había quedado sin galletas y las hermanas nos preguntaron si teníamos algo más para ellas, cuando Marta les dio más galletas las hermanas repartieron entre las 4 dándole más a la que se había quedado al principio sin ellas. Empezaron a ver lo que llevábamos encima y a mirar con sorpresa algunas de las cosas para nosotros más insignificantes. Se lanzaron a por unas tiritas con dibujos de princesas y quisieron también un boli verde que llevaba Salo. Claro que se los dimos!
La foto nos la pidieron ellas.

No viene mal de vez en cuando una vuelta de humildad y bajar los pies a la tierra. Es verdad que a veces tenemos un poco de tontería.

Hassan nos llevó a ver una casa en construcción que estaban levantando cerca de donde estábamos y allí nos explicó cómo la mayor parte de los muros de los edificios de esa zona están compuestos de arcilla y paja.

Seguimos bordeando el desierto de Erg Chebbi hasta que llegamos a una casa bereber poco concurrida a esas horas ya que la mayoría de los hombres habían salido temprano esa mañana para buscar los mejores pastos de ese día para sus animales, así que nuestra única compañía mientras tomábamos el té que nos ofrecieron las mujeres de la casa fue el gato bereber que no se separaba de nosotros.

Tras despedirnos, seguimos el trayecto haciendo una parada en una mina del mineral utilizado para hacer, entre otras cosas, la sombra de ojos de las mujeres y pasamos por un cementerio en el que nos explicaron que el único identificativo que aparece en las tumbas es el sexo de difunto, según están colocadas las piedras sobre el suelo.

En nuestra última parada antes de ir a comer nos detuvimos en Khamlia, un antiguo pueblo de esclavos en el que a día de hoy sus habitantes siguen siendo de origen sudaní en su mayoría. Al bajarnos de los coches ya nos llamó la atención la cantidad de personas que iban por la calle en la misma dirección vestidas de blanco. Resultó que todas esas personas fueron entrando poco a poco en la sala en la que nos metieron a nosotros y nos invitaron a sentarnos.
Al poco rato estábamos presenciando un espectáculo privado de música africana que a mí, personalmente, me resultó muy interesante, ya no sólo por la música que nos tocaron sino por poder presenciar un espectáculo tan diferente. Aquella situación, de algún modo, fue otra especie de recordatorio de que hay otras formas de vivir muy diferentes a la nuestra, culturas absolutamente diferentes que da para pensar un buen rato. Creo que no sé definir de manera exacta la sensación. 

Comimos antes de llegar a Merzouga en un restaurante típico una empanada, que ellos llaman pizza bereber e hicimos después una parada en un oasis para ver los dátiles de las palmeras.

Después de una parada técnica en un oasis para disfrutar de sus palmeras, a eso de las 4 de la tarde estábamos en el hotel de regreso, preparados para no hacer nada más que estar al fresco aire de la piscina en el desierto. Después de la noche en las dunas, ese descanso nos vino mejor que perfecto. 

Aprovechamos la tarde y la noche para jugar a las cartas, charlar, actualizar el blog a nuestros queridos fans y otras tantas cosas.
En cualquier caso, dado que en este país siempre hay un cierto riesgo para el tracto intestinal de los turistas, creo que merece especial mención el ranking de cacas en el que, a falta de los próximos días de viaje, parece que ya tiene claro vencedor/a.
El día siguiente quizá cometamos algún error que, quien sabe, quizá los puestos en tan importante ranking den un vuelco inesperado. Pero eso es una historia que tendrá que esperar al siguiente capítulo de Boureberes.

Seguiremos informando.